Puede causar cierta confusión el hecho de que, en ocasiones, a un mismo local se le llame furancho y otras, loureiro. Normalmente se llamaba loureiro a aquellas casas particulares en las cuales se vendía el excedente de vino de la cosecha a amigos y vecinos que iban a probarlo llevando sus propios alimentos para acompañar la bebida. Estas casas se identificaban por una rama de laurel en la entrada, de ahí su nombre (“loureiro” en gallego significa “laurel”). ¿Por qué colgar loureiro? Pues no lo sé, pero estaréis de acuerdo conmigo en que es mejor que colgar un pollo. Lo normal es que estas casas tengan habilitado el patio o el garaje para que los visitantes puedan sentarse a comer y beber. “Habilitado” significa que el perro está atado y hay algunas mesas con unas cuantas sillas. Si el 70% de las sillas no son de distinto color y material NO es furancho, se trata de un bar de diseño camuflado… ¡huíd! En algunos casos, incluso una sala de la propia vivienda en la planta baja puede servir como comedor para los clientes; lo que siempre llama la atención a los primerizos y suele producir escenas pintorescas. Por ejemplo: devorar una tortilla como una rueda de carro al lado de la ropa tendida…
Un furancho sería distinto a un loureiro en el sentido de que podrían proporcionar algún tipo de comida fría al servir el vino. Sin embargo, hoy en día, la línea que separaba a ambos tipos de locales no existe en la práctica y, puesto que en ambos se sirven comidas por parte del propio local, pueden considerarse ambos exactamente lo mismo; de hecho ya prácticamente no suele emplearse el término loureiro. A esto ha contribuído que los furanchos pasen de ofrecer tapas frías (embutido, queso, etc…) a cualquier tipo de plato, ya sea como tapa o como ración.
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